Así como la broca perjudica al café, en los cultivos de arroz de la zona norte de Tolima en Colombia, los agricultores le temen a las espigas que por cosas del campo poseen una raíz roja que se convierte en mala hierba. Y aunque esto es un dolor de cabeza para los terratenientes de los arrozales, para los campesinos es una gran ventaja, porque sus manos son la única herramienta para combatir el rojo en el arroz.
Al rayo del sol, cubiertos en lo más posible por sombreros y ponchos, estos campesinos trabajan día a día arrancando de los cultivos las espigas que han sido afectadas por el rojo. Luego de recorrer algunas hectáreas detectando las zonas ajadas, “los recolectores” como los llaman, se echan al hombro la mala hierba como si fuera un costal para conducirlas a un lugar en donde no le haga daño a la semilla que en seis meses está dando frutos.